A lo largo de mi vida, he podido desarrollar mi lado artístico siempre con algo que me inspiraba y que tenía a mi alcance; tal vez la guitarra de mi padre, quizá un libro de cuentos o poemas, las pinturas de mi abuelo, las voces cantantes de mis tíos o las historias que me contaba mi madre. Agradezco haber tenido todo eso y también haberles prestado atención.

He crecido en un pequeño pueblo del norte peruano, donde las mañanas son frescas y llenas de aromas de desayuno, las tardes descansan siempre con sol tenue y lindos atardeceres, y las noches son tibias y rodeadas de amigos. Lambayeque fue siempre inspiradora para mí, y la música formó siempre parte de mi vida. Todo empezó en el colegio con los talleres de música y los concursos artísticos, pero fue realmente en mi casa donde tuve un acercamiento más íntimo: aquel día que abrí el ropero y finalmente saqué esa guitarra acústica de mi padre que llevaba años guardada. Comencé a tocar melodías con las cuerdas al aire instintivamente, y sin saber, había abierto una puerta a lo que sería mi vida en adelante. Estaré por siempre agradecido a mi padre por haberme regalado la llave hacia ese futuro y a mi madre por permitirme seguir adelante con su apoyo.
Tuve la suerte de aparecer en este mundo cerca a mi gran amigo Lucho Benzaquen, de hecho vivíamos a un par de cuadras y con él fui creciendo musicalmente, haciendo canciones, creando proyectos y compartiendo caminos, como hasta ahora en Jet Rodeo.
El bajo es un instrumento con el que me siento identificado, siempre lo estuve. Lo primero que me llamó fue su sonido, que no sólo entra por tus oídos, sino que las vibraciones que emite se sienten en todo el cuerpo; luego me gustó su forma, el hecho que sólo tenga cuatro cuerdas -mayormente- y sus curvas, cómo se va moviendo en la canción, de una forma especial, acompañando y sosteniendo los demás instrumentos; que siempre esté tan unido a la percusión y deban convivir, siempre fui una persona percutiva, ando golpeando todo día cualquier cosa a cualquier ritmo, y eso también lo tiene el bajo. Además, por su importancia y por cómo, a pesar de eso, no es un instrumento que, digamos, tiene mucha notoriedad. De hecho, me costó poder identificar las líneas de bajo en las canciones al comienzo, es una cuestión de entrenamiento auditivo y que finalmente se consigue desarrollar con el tiempo. Por todo eso es que lo adopté en mi vida y lo hice parte de mí.

Desde el punto de vista de composición, poder adaptarte a un instrumento es una carrera de largo entrenamiento. Para crear las primeras bases y líneas de bajo, primero has debido aprender a escuchar, no sólo identificarlo en las canciones, sino también entender su camino y su conexión con la canción, con los demás instrumentos, con los momentos, con la emotividad, con las melodías, incluso con la letra. Además, también a escucharlo en diferentes ecosistemas y géneros musicales, eso te da material creativo para poder comenzar a crear líneas que cumplan con aportar a la canción, que convenzan emotivamente y te digan, te comuniquen o te cuenten algo; sin embargo, al primero o la primera que debe convencer es a ti mismo(a). No dejaré de lado la importancia de cuánta prioridad tienen los momentos de práctica y ensayo en tu vida para ir puliendo, no sólo la habilidad para tocar, sino para inyectar de sabiduría y sentimiento los momentos de composición.
Para mí no ha sido fácil encontrar una voz propia y que se refleje a través del instrumento, es una constante búsqueda hacia tu interior, una búsqueda que no termina nunca, que no debe cesar, como tampoco las ganas de encontrarte a ti mismo y compartirlo con el mundo a través del arte. Ahí es donde la música logra conectar tu mundo interior, tu psicología, tu alma, tus pensamientos y tus sentimientos con los demás, esa es su belleza. A mí me ayudó mucho conocerme, entenderme y aceptarme, eso es lo que la música me regaló.
Encuentra tu voz y grita.
Por: Luis Ernesto -Neto- Guevara
22/06/2020