Despiertas 10:00am un sábado, día que no necesitas correr hacia el baño para empezar a alistarte y borrar de tu cara esos deseos de mantenerte acobijado en cama por un par de horas más. Hoy no. Sin embargo, pese a ser un día distinto, realizas la misma acción al abrir los ojos; caso común, recurrir al teléfono con la excusa de saber que hora es exactamente, para luego involucrarte con alguna notificación que te saltó en la cara y al parecer dejó en segundo plano la primera tarea. Son las 10:20am y quizás aún sigas ahí, frente a la pantalla, entre sábanas.

Sea esta o no la acción más beneficiosa que optaste por hacer al empezar tu día- ese sería otro tema por ser sujeto, hoy no-, está presente una y otra vez, mostrándose como un proceso pseudo-indeliberado que optaste por volverlo propio, volverlo tuyo. Así se hacen los hábitos. Así se forjan, mediante y resultante de la repetición de alguna actividad: La práctica.
En la música no hay procesos divergentes a esto, pues es la práctica constante la raíz de todo, desde la dedicación de horas a un instrumento, el análisis de ciertas piezas, la ejecución de alguna técnica o ejercicio con un fin predispuesto, todo – y es aquí donde se torna personal-, absolutamente todo necesita al menos una pizca de dicha dedicación y perseverancia para lograrlo preeminentemente. No obstante, esta acción no es sino un indicio elemental del papel de digna mención que conlleva la práctica en mi vida y que significativamente, es parte de la tuya y aún no te permites definirla como tal, por el desconocimiento de la sementera o peor aún por causas que no están bajo el propio control enteramente, que creo es la peor de ambas pues la práctica no es la única herramienta que pasas por alto al estar en esta cuestión.
Colocándolo en una circunstancia más evidente y sin caer en una ideología revolucionaria y/o polarizada, no es lo que se pretende. Ciertos sistemas educativos son un indudable ejemplo, pues proporciona la idea de disciplina, pero no de una manera óptima, basándose usualmente en la necesidad de poseer una imagen superior para la realización de tareas por parte del estudiante además de la continua comparación con el rendimiento del compañero de al lado, esa necesidad de ser el primero para ser quien resulte exitoso en la sesión. Eliminando los rasgos autónomos en el desarrollo de esta. Siendo la autonomía el principal móvil de la práctica constante, y hago hincapié en esto, no deseo que este texto precise su atención en los errores que encontramos en este actual sistema, pero es indispensable que con la ejemplificación se entienda el asunto en sí.

Toda habilidad, requiere de práctica, para volverse un hábito. Esta práctica rinde si solo si es constante y óptima, siendo la autonomía la motora facultad de este.
Y creo yo, existe una idea fundamental que se pasa por alto en la mayoría de eventos cotidianos y es que “siempre estamos practicando algo”, quizás estés aquí porque estuviste las tres entradas anteriores que tuvimos en este blog, o al momento de salir de casa y ponerte los audífonos, o en el café que tendrás que preparar mañana luego de dejar de lado el celular y decidir levantarte de tu cama.
La práctica no es ajena a la mayoría de nuestras actividades diarias, y en palabras simples, es la inversión de tu energía y tiempo, y es aquí donde sí quisiera que precises tu atención, pues es este el proceso en el cual tomas control sobre tu propia práctica. Donde llega la hora de decidir, si al enfrentarte a un desacierto -porque aún que nos cueste aceptarlo, el error es más común que el atino-, centras tu energía y tiempo en culparte y/o reprocharte por el desliz, o diriges ambos recursos a un nuevo intento, a limpiar esas manchas del golpe y volver a intentarlo, Y es ahí donde radica la práctica, es ahí donde construyes una habilidad, es ahí donde el hábito se solidifica como tal.
La intensidad de este asunto se centra en esta notable tarea: cuando practicas algo, te vuelves bueno en ello.
Lo descubrí al darme cuenta que el reproche por no lograr algo en mi instrumento y en la música en general, iba viéndose reflejado en otros aspectos de mi cotidianidad, poco a poco se iba alejando de este ámbito y se expandía hasta ser parte de mi comportamiento. Somos seres de adaptación, de aprendizaje por experiencia, moldeamos nuestro cerebro, figurativamente hablando, con conductas repetitivas, pensamientos por como vivimos y vivencias por como pensamos. Y si lo vemos de una manera más instintiva, todo ser vivo realiza las mismas actividades que le permitieron estar vivos el día anterior, para ver el mañana de una similar manera.

Por ello inicialmente gracias a la música, logré definir de manera catártica cada punto no deseado en mi comportamiento y poner en práctica la práctica, valga la redundancia. Nadie necesita ser bueno en reproches. Nadie debería ser un experto en esto.
Coloca un reloj en tu mueble de al lado y disfruta de tu sábado. Disfruta de tu domingo, y de cada día que vengas contando a partir de hoy. Repítelo. Practícalo.
Por: Gerardo Lama
30/08/2020